Diseñador del malecón 2000 Douglas Dreher
Andrade
El Malecón 2000
es un sitio de paseo de gente de toda la ciudad. ¿Así lo
imaginó desde el inicio?
Así es. Una investigación del Banco Central muestra
que el 80 por ciento de los visitantes del Malecón 2000
son de niveles medios y bajos. Y sobre todo bajos,
porque los estratos medios en un fin de semana típico
pueden ir a la playa y a los cines... Desde el
inicio de la planificación se pensó que éste era
un espacio público, y tenía que ser democrático en todos
los aspectos.
¿Qué cambia en una ciudad cuando existen
estos lugares de encuentro?
El espacio público viene desde Grecia antigua. En las
plazas se reunía la gente en grandes tertulias,
para discutir temas de la vida diaria o de
filosofía, que concernían a los ciudadanos.
Los efectos de la regeneración podrán medirse en 10 ó 15
años, pero vemos ya de manera tangible que ha
mejorado la autoestima de la gente, y ha
disminuido la hostilidad.
¿Ha
reducido la hostilidad?
¿Por qué razón está
aquí?...
Su trayectoria. Arquitecto de la Universidad
Laica de Guayaquil. Desde 1997 trabaja como diseñador
del proyecto Malecón 2000 y de las obras de la
regeneración urbana de la ciudad.
Su punto de vista. Las obras municipales para
el esparcimiento son espacios democráticos que
reducen las tensiones sociales.
Es que la ciudad se desarrolló como
puerto y centro económico, pero dejó de lado
valores estéticos y culturales. Ahora ha vuelto a
considerarse que el espacio público es de
todos.
¿Qué pasa con las personas
que cuentan con unos sitios de paseo de lujo y viven en
una casita de caña?
Me he hecho esa pregunta muchas veces. Al principio
la gente venía con resentimiento y decía: ‘Cómo
desperdician el agua en las piletas, mientras yo no
tengo agua’. Otra gente se llevaba las plantas porque
decía: ‘Yo la pagué con mi dinero’. Mucha gente
dice que con un pedazo de mármol pueden hacerse cuatro
casitas de Hogar de Cristo. Pero creo que el Municipio
debe velar por los intereses de la ciudad y del espacio
público, la instancia más democrática que puede
tener una ciudad.
Guayaquil también se desarrolla detrás
de muros...
Sí, en feudos: una gran muralla detrás de la
cual los ricos nos encerramos. Así nos apartamos
de la realidad, de la pobreza, de la gente que vive
encima del estero. Detrás de los muros tenemos un jardín
artificial bonito. La ventaja del espacio abierto
es que reduce la tensión entre pobres y
ricos.
¿Y eso ocurre en el Malecón?
Sí. Allí se rompen las barreras. Cientos de
indígenas caminan por estas obras y las disfrutan,
porque una parte esencial del ser humano es la
recreación.
¿Dónde vive usted?
En Urdesa, un barrio que se ha desarrollado desde los
años 50 con dinamismo.
¿Cuál fue el concepto de regeneración que se
aplicó en Urdesa?
Se pensó en retomar hábitos que la gente común tenía
en días menos agitados y con más seguridad. En devolver
a los ciudadanos el clima de honestidad, de integración,
que se sientan queridos y
respetados.
¿Lo ha
conseguido?
Sí, pero ahora siento temor porque fui asaltado en el
barrio, y cuando uno es asaltado cae enfrente
suyo una realidad que le dice que todo lo que
usted conocía es inseguro. Se pierde mucho la
inocencia.
¿No es contradictorio pensar en
espacios abiertos, pero
inseguros?
Las zonas regeneradas tienen su propia seguridad.
Pero creo que la seguridad no sólo debe provenir de la
Policía, sino del trabajo de los buenos gobiernos.
Cuando me tocó trabajar en plazas como La Merced,
pensé que estaba inserta en un entramado de gente,
bancos, comercios... La plaza no puede ser
cerrada, porque el cerco es excluyente y
decidimos ser permeables a todos los estratos, a todo lo
que fluye en la ciudad.
¿Tenía usted nostalgia del Guayaquil
de la infancia?
Crecí hasta los seis años en una zona entre Quevedo y
Santo Domingo. Cuando llegué a la ciudad casi me muero,
me ahogaba. Quien llega a la ciudad no sólo
encuentra una carencia de
espacio, sino de la
inocencia que hay en los pueblos, donde el diálogo
es más honesto. En el espacio público todos
se integran de una buena manera y disminuyen las
tensiones. Eso está relacionado con el hecho de que da
libertad al espíritu, y eso da libertad al
pueblo.
¿Es esta una sociedad más
libre?
Luego de 20 años de darle la espalda al borde, de ir
allí a botar basura, la ciudad descubre que tiene un río
de gran valor escénico y con historia, y una isla que
mejora la calidad del aire, y mucho potencial para
desarrollar modelos de gestión novedosos y creados aquí.
La ciudad demuestra que es capaz de autogenerarse,
de autoabastecerse y de reeditarse.
La gente no puede sentarse en todos los sitios del
Malecón 2000 y en algún momento no podía besarse...
Yo he sido uno de los autores de muchos ‘muros
asiento’, como la pileta elíptica de Vicente
Rocafuerte, pensada para que la gente se siente.
Pero hay una barrera invisible entre los
arquitectos y las personas de la limpieza y de la
seguridad.
¿Hay censura?
Sí, y no sé por qué...